Una Rosa, con un rojo intenso tan puro como la sangre, espinas que rodeaban cada una de sus partes... Un hombre solitario con ojos vacíos, mirada fría y perdida....
Cuidando lo único que quería, pues la regaba todos los días, nunca sintió anhelo por su propia vida, pues sabía que él algún día moriría y el infierno le esperaría. Jamás tocaba aquella Rosa, sabía que la marchitaría, ya que sus manos estaban podridas, así como su alma abrupta y corrompida.
El frío del Invierno, el calor del verano, cada una de las épocas del año, así como el pasar del viento, en cada momento no dejaba de contemplar su hermosura creando un pequeño e intenso sentimiento que solo lo volvía loco por dentro. Con el tiempo, aquella calma que conseguía aliviar su desamparada alma, solo se ahogaba en llamas, quería tocarla, su pecado por amar a ese dulce y maravilloso ser, sería condenado por el mal de las sombras que lo rodeaba.
Un alto precio trajo consigo su egoísmo.
Solo en el suelo yace con su brazo estirado y su amor marchito sobre su mano.
Ya no respira, ya no sufrirá más.
Las punzadas de su adorada permanecerán consigo, incluso después de la muerte.
Note 13.



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